Historia de sobrevivientes
La pista oscura: una prueba de fuerza, barro y músculos rescueME PLB1
Se suponía que sería el viaje perfecto para chicos: unos buenos amigos, unas cuantas motos y la belleza salvaje e indómita de la campiña de Clarence extendiéndose ante nosotros. El aire era fresco, el terreno accidentado y la promesa de aventura se cernía en cada camino sinuoso y colina cubierta de matas. Allí afuera, rodeados únicamente por el rugido de nuestros motores y el inmenso silencio de las montañas, nos sentíamos libres.
Habíamos cabalgado todo el día por terreno accidentado, senderos estrechos que serpenteaban sobre lechos de ríos y entre la espesa hierba, de esas que pueden esconder rocas lo suficientemente grandes como para arruinarte el día. Mientras el sol comenzaba a ocultarse lentamente tras las crestas, emprendimos el regreso al campamento, cansados pero contentos, ya hablando de las historias que compartiríamos esa noche. Fue entonces cuando lo vi.
Más adelante, uno de los chicos estaba tendido en el suelo, con la moto agarrándolo torpemente. Incluso desde lejos, noté que algo andaba mal. Cuando llegué a su lado, era evidente que sufría un dolor intenso. Había golpeado una roca escondida entre la mata, y el impacto lo había lanzado directamente a un espeso matorral. La moto le había caído encima con fuerza, y el retorcido amasijo de hombre, metal y matorrales espinosos pintaba un panorama desolador.
No tardamos en darnos cuenta de que se había roto algo, probablemente más de un hueso. Sin embargo, allí, en medio de la nada, no había mucho que pudiéramos hacer. El terreno era brutal, con kilómetros de campo agreste entre nosotros y la civilización más cercana. Teníamos muy pocos analgésicos, no había forma de moverlo sin arriesgarnos a sufrir más lesiones, y la luz del día se desvanecía rápidamente.
En momentos así, las decisiones son fáciles. No lo dudé, tomé mi radiobaliza personal (rescueME PLB1) y pulsé el botón. Era de esos dispositivos que esperas no tener que usar nunca, pero cuando lo necesitas, nada más importa.
La baliza se encendió, enviando silenciosamente su señal de socorro, rebotando de los satélites a los centros de coordinación de rescate. Aunque sabíamos que la ayuda estaría en camino, fue un gran alivio escuchar el rítmico golpeteo de las aspas del helicóptero mientras se acercaba el equipo de rescate.
En la naturaleza, lejos de cualquier ayuda, las cosas pueden cambiar en un instante. Pero con la preparación, el equipo adecuado y las personas adecuadas listas para responder, un desastre puede convertirse en una historia de rescate.
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