Un marinero solitario sobrevive a una dura prueba de ocho horas tras activar el rescate PLB1 de Ocean Signals

wave decor
Vidas salvadas
Hundimiento de barcos
Navegación
Ubicación de rescate
°S, °W
Equipo de rescate
Duración de rescate

¿Qué pasó?

Al contemplar las aguas de la costa del Territorio del Norte de Australia, no pude evitar maravillarme ante el poder y la imprevisibilidad del mar.

Mi nombre es Nigel. Soy un expatriado nacido en Southampton y un ávido navegante en solitario, y recientemente me encontré enredado en una apasionante historia de supervivencia que reafirmaría para siempre la importancia de la preparación y la resiliencia del espíritu humano.

Un fatídico día, después de soportar una agotadora noche de tormentas eléctricas y vientos superiores a los 40 nudos, continué navegando en mi amado Duncanson 34, el ‘Bison’, a través del famoso Mar de Arafura. Mi destino era la península de Gove, sólo una escala en mi viaje de regreso a Cairns. No sabía que la Madre Naturaleza tenía un plan diferente para mí. Olas despiadadas se estrellaron, arrojando mi yate hacia los extremos, y en un abrir y cerrar de ojos fui arrojado a las aguas turbulentas.

Aferrándome al costado de mi barco con todas mis fuerzas, sabía que un movimiento en falso significaría mi muerte. Con la cabeza sumergida y el gélido agarre del mar amenazando con arrastrarme hacia abajo, agarré mi confiable cuchillo de gancho y corté la cuerda que me ataba al bote. Yo era libre, pero los desafíos apenas comenzaban. Con el corazón palpitando con fuerza y ​​la adrenalina corriendo por mis venas, activé el Ocean Signal rescueME PLB1, mi faro de esperanza unido a mi chaleco salvavidas.

Pasaron ocho largas horas, mientras la inmensidad del mar de Arafura se extendía infinitamente a mi alrededor. Fue entonces cuando la Autoridad Australiana de Seguridad Marítima (AMSA) recibió la alerta de la baliza, ubicando mi señal de socorro a casi 93 kilómetros al noreste de la remota ciudad de Nhulunbuy. La policía de Darwin fue alertada y con dedicación inquebrantable se coordinó con la policía acuática de Nhulunbuy para preparar una embarcación para mi rescate. Un avión SAR Challenger procedente de Cairns, Queensland, voló sobre mi cabeza en dirección a mi radiobaliza de 121,5 MHz.

En una hazaña increíble, la tripulación de AMSA desplegó una balsa salvavidas desde el avión, a pocos metros de donde yo flotaba en el agua. La radio crepitó y sentí alivio cuando hicieron contacto. Fue una novedad: ningún marinero solitario había sido rescatado jamás mediante una balsa salvavidas en el aire. Cinco horas después de mi primer avistamiento, llegó el barco de rescate de la policía, con tres miembros de la tripulación a bordo. Agotado, deshidratado y con dos costillas rotas por la tormenta de la noche anterior, finalmente me dirigí al Hospital del Distrito de Gove.

Mi yate, el ‘Bison’, fue rescatado más tarde por amigos en Nhulunbuy, pero lo que realmente me conmovió fue la seguridad de mi fiel compañero felino, Stinky, que había sido mi constante compañero de navegación durante más de 15 años.

Al recordar el incidente del 4 de enero, no puedo evitar pensar en la importancia de estar bien preparado y saber cómo utilizar el equipo de seguridad bajo presión. Se convirtió en puro instinto, desde usar mi cuchillo de gancho para ajustar mi chaleco salvavidas a la perfección, hasta localizar y activar el PLB. El mar, con su temperamento caprichoso, nos enseña que no hay segundas oportunidades. O vas al mar preparado o te conviertes en una estadística.

Palabras de sabiduría

Gracias nota al equipo de Ocean Signal